Es curioso como una brisa puede traer en el aire una fragancia, como la puede hacer viajar por kilómetros,
por fronteras,
por países,
por culturas,
por playas,
por personas,
y emociones.
La fragancia tiene una risa,
una actitud,
un movimiento,
una historia,
un nombre y un apellido.
Ese perfume puede olerse en el ambiente, dejando una cálida sensación de compañía.
Pero de esos compañeros invisibles que permiten que uno los lleve en cada paso, en la mochila o envueltos en el papel que guardo en mi bolsillo.
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